Salí del teatro y me dedique a aplanar calles de nuevo. Existen
muchos rincones que visitar en la ciudad, encontré un museo dedicado a la
memoria del holocausto judío, en el cual las medidas de seguridad al entrar
superan con creces a los del aeropuerto; también encontré otro museo de arte
sacro, muy pequeño y casi abandonado en el cual me di el susto de mi vida: sucede
que un salón del museo esta dedicado a las muñecas y es un saloncito con
vitrina en el que hay muchas, muchas muñecas; pero el salón al estar mal
iluminado les da una tonalidad macabra; el vigilante se portó cuate y me
explicó un poco la ciudad y que no me perdiera para nada el museo ferroviario.
Fui a dicho museo y pues no es la gran cosa, pero si está interesante.
Muñecas
macabras
Vacas
en el museo ferrocarrilero
Jardín del museo de arte sacro
Después de salir de tanto ferrocarril, la parada obligada
era el Puerto Madero (famoso en México por los wannabes que van a comer ahí) y
sí, el puerto es como los restaurantes, todo de ladrillo rojo y también los
restaurantes muy caros.
Decidí regresar al hotel y ya que había caminado todo el día
me regresé en metro o Subte, como le llaman allá. Al parecer aún usan metros de
hace 100 años porque se ven bastante cascarones; me urgía regresar ya que había
contratado una cena-show de tango y pues mi público me estaría esperando.
Llegué al hotel, me puse mis implementos de tanguero y Salí al lobby a esperar mi
transporte, porque si algo sí coordinan los argentinos es el show de tango: reservas
en tu hotel y el transporte pasa por ti, te lleva a la cena-show y te regresa
en calidad de bulto al hotel. Así que con mis mejores garras esperé
pacientemente mi transporte, llegó y nos dirigimos a la Esquina Gardel, que así se llamaba el restaurante donde
elegí, aunque hay shows de tango hasta en los Mc Donalds.
Ya en el restaurante lo primero que te hacen es tomarte una
foto con una tanguera o tanguero (dependiendo de la preferencia del comensal) y
te pasan a tu lugar, yo me senté frente
a una pareja de Uruguay bastante agradables y una pareja de Chile que, creo, ni
por error nos saludaron y menos hablaron con nosotros. Y disfrutamos de un show
bastante “hollywoodesco” de tango, lo cual no deja de ser bastante interesante
y una vez que estuve en calidad de bulto de tanto beber (como me sucedió en
Paris) me regresaron a mi hotelito a dormir.
A la mañana siguiente y ya medio conociendo cómo moverme por
la ciudad me volví a lanzar a pata hasta la 9 de julio para de ahí bajar por
una diagonal y llegar hasta la Plaza de Mayo (el equivalente al Zócalo de la
ciudad de México con todo y plantón) y adelantito la Casa Rosada (la casa de la
presidencia) que la mera neta si está más bonita que Los Pinos.
Plaza de Mayo
con Casa Rosada de fondo y plantón a la derecha.
Y seguí caminando y llegué de nuevo a Puerto Madero, donde
caminé un poco por el puerto y encontré un buque que había sido buque escuela
de la naval de Argentina y ahora es un museo con artilugios de su travesía por
los 7 mares (y yo que aun no pongo mi museo por las travesías de los 7 bares, ¡maldición!)
y adelantito está el Puente de la Mujer famoso porque mmm pues es un puente y
mmmm ¿se lo dedicaron a la mujer?
Buque-museo
Puerto Madero
Puente de la mujer
De regreso y vagabundeando por ahí, encontré las oficinas de
Buquebus, y como soy bien chismoso me metí a ver qué excursiones había, y así
como soy de conservador me compre un tour de 2 días 1 noche en Colonia, Uruguay
para el siguiente día.
Después de comprar mi tour del día siguiente, me regresé
caminando un poco y me encontré el famoso “Gran Rex” EL
centro de espectáculos del BsAs y en el
cual había ciclo de conciertos de Joaquín Sabina (pero no encontré boleto L) así que después de mi
decepción me regrese al hotel a acicalarme porque en la noche tenia una cita
con el Puerto Madero.